lunes, 3 de enero de 2011

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La dinámica del miedo: la cascada defensiva
37
Copyright © 2009 Escritos de Psicología
www.escritosdepsicologia.es
ISSN 1989-3809
Escritos de Psicología, Vol. 3, nº 1, pp. 37-42
Jaime Vila, Pedro Guerra, Miguel A. Muñoz, Pandelis Perakakis,
Luis Carlos Delgado, Marlen Figueroa, Sofía Mohamed
Universidad de Granada
Disponible online 22 diciembre de 200938
El concepto de defensa y su relevancia en el estudio
del miedo y la ansiedad
El concepto de defensa hace referencia a la reacción fisiológica  de los organismos ante la presencia de peligro o amenaza. Reacciones defensivas típicas incluyen la inmovilidad, el
sobresalto, el desmayo y la respuesta de lucha/huida. La función protectora de estas reacciones es evidente. Sin embargo,
si son demasiado intensas o prolongadas, las respuestas defensivas pueden convertirse en un serio riesgo para la salud tanto
física como psicológica (Dienstbier, 1989; Lovallo y Gering,
2003; Turner, 1994).
El miedo y la ansiedad son las respuestas emocionales ante
la presencia de peligro o amenaza estando, por tanto, estrechamente relacionadas con el concepto de defensa. Los avances en
el estudio neurocientífico del miedo y la ansiedad proceden de
investigaciones con animales utilizando reacciones defensivas
(Blanchard & Blanchard, 1989; Davis, 1992; Fanselow, 1994;
LeDoux, 2000). Los paradigmas más utilizados en el estudio
de los circuitos cerebrales del miedo (condicionamiento, sensibilización y potenciación del miedo) siempre incluyen estimulación inductora de reacciones defensivas con el fin de investigar
las vías cerebrales de la respuesta de miedo. La investigación
en humanos también ha utilizado con frecuencia estimulación
intensa o aversiva para estudiar la modulación emocional de
reflejos protectores como el sobresalto o la inmovilidad postural (Azevedo et al., 2005; Lang, Davis y Öhman, 2000; RuizPadial y Vila, 2007).
Los trastornos de la ansiedad también están estrechamente
relacionados con el concepto de defensa. Tal vez la evidencia
más dramática de la relevancia de las reacciones defensivas en
el desarrollo de ansiedad patológica procede de estudios clínicos sobre el trastorno de estrés postraumático como consecuencia de violencia extrema (Schauer, Neuner y Elbert, 2005). Sin
embargo, en estos casos, como en cualquier situación donde
surge un peligro real, es difícil hablar de la reacción defensiva
como una entidad única. Se produce, más bien, una secuencia
dinámica o cascada de reacciones defensivas que varían en función del tipo y severidad del peligro, de su proximidad espacial
y temporal, y del éxito o fracaso de las respuestas defensivas
iniciales (Fanselow, 1994; Lang, Bradley y Cuthbert, 1997;
McNoughton y Corr, 2004).
Aproximaciones tradicionales al estudio de la defensa cardíaca
Los antecedentes históricos del concepto de defensa se
encuentran en los trabajos de Pavlov (1927) sobre los reflejos incondicionados de orientación y defensa y en los trabajos
de Cannon (1929) sobre las respuestas defensivas de lucha o
huida. Pavlov utilizó el término reflejo defensivo para referirse a respuestas fisiológicas protectoras ante estímulos nocivos
como la retirada de la mano ante un calambre, el parpadeo ante
un soplo de aire o el vómito ante comida en mal estado. Cannon, por su parte, utilizó el término defensa para referirse a la
respuesta de lucha o huida, una respuesta cardiovascular mediada simpáticamente, dirigida a facilitar conductas adaptativas
ante situaciones de peligro.
Con Pavlov y Cannon se inician las dos grandes tradiciones
en la investigación psicológica de las reacciones defensivas:
la tradición cognitiva y la tradición motivacional. La tradición
cognitiva (Graham, 1992; Lacey y Lacey, 1974; Sokolov, 1963)
asume que los cambios cardíacos en respuesta a estímulos
ambientales reflejan mecanismos atencionales y perceptivos
dirigidos a facilitar o inhibir el procesamiento de los estímulos.
El reflejo de orientación (una desaceleración de la frecuencia
cardíaca ante estímulos novedosos) facilita la atención y percepción del estímulo, mientras que el reflejo de defensa (una
aceleración de la frecuencia cardíaca ante estímulos intensos
o aversivos) reduce la atención y la percepción como una
forma de protección ante el estímulo aversivo. Por su parte, la
tradición motivacional (Obrist, 1981; Selye, 1956; Steptoe y
Vögele, 1991) asume que los cambios cardíacos en respuesta
a las demandas ambientales reflejan mecanismos metabólicos
dirigidos a proporcionar al cuerpo la energía necesaria para
llevar a cabo comportamientos adaptativos. Si la conducta
apropiada es permanecer pasivo y quieto, entonces la respuesta
cardíaca es una desaceleración de la frecuencia cardíaca. Si
la conducta apropiada es reaccionar activamente, tanto psicológica como físicamente, entonces la respuesta cardíaca es
una aceleración de la frecuencia cardíaca. Esta distinción entre
defensa activa/pasiva es similar a la distinción propuesta por
varios investigadores entre estilos defensivos proactivos/reactivos, los primeros caracterizados por la tendencia a reaccionar
defensivamente con conductas de evitación activa y agresión, y
los segundos por reaccionar defensivamente con conductas de
evitación pasiva e inmovilidad (Frankenhaeuser, 1986; Koolhaas et al., 1999).
Estas dos tradiciones han sido difíciles de reconciliar en el
pasado. Desde la perspectiva cognitiva, la significación funcional de la defensa cardíaca se entiende como un mecanismo
atencional opuesto al mecanismo atencional propio del reflejo
de orientación. Desde la perspectiva motivacional, la significación funcional de la defensa cardíaca se entiende como un
mecanismo de movilización energética del organismo opuesto
al estado de relajación. Sin embargo, en los últimos años  se
han ido acumulando nuevos datos sobre las respuestas defensivas que no sólo están facilitando la integración de ambas tradiciones dentro de un nuevo modelo –el modelo de la cascada
defensiva- sino que, además, están contribuyendo a entender
mejor los mecanismos psicológicos y neurofisiológicos implicados en las reacciones defensivas. Una parte de estos datos se
refiere a la respuesta cardíaca de defensa. Las investigaciones
recientes en este campo demuestran que la respuesta cardíaca
de defensa, en contra de los supuestos tradicionales (aceleración
cardíaca, mediada simpáticamente y con significación cognitiva
o motivacional), es un patrón complejo de cambios cardíacos,
JAIME VILA, PEDRO GUERRA, MIGUEL A. MUÑOZ, PANDELIS PERAKAKIS, LUIS CARLOS DELGADO, MARLEN FIGUEROA, SOFÍA MOHAMED39
con componentes acelerativos y desacelerativos secuenciales,
con mediación fisiológica tanto simpática como parasimpática,
y con significación psicológica tanto cognitiva como motivacional (Vila et al., 2007). A conclusiones similares se ha llegado en el contexto de otras respuestas defensivas: el reflejo de
sobresalto (Lang, Bradley y Cuthbert, 1997) y la respuesta de
inmovilidad (Azevedo et al. 2005). Ambas respuestas pueden
estar simultáneamente moduladas por factores atencionales y
motivacionales.
La cascada defensiva
El modelo de la cascada defensiva entiende que las reacciones defensivas siguen un proceso secuencial con fases iniciales en las que predominan los factores atencionales dirigidos
a la detección y análisis de la posible amenaza y fases posteriores en las que predominan los factores motivacionales dirigidos
a facilitar las acciones defensivas de lucha o huida (Blanchard
y Blanchard, 1989; Fanselow, 1994; Lang, Davis y Öhman,
2000). Este modelo asume un circuito cerebral de activación
de las reacciones defensivas cuyos principales centros serían el
núcleo central de la amígdala y el núcleo del lecho de la estría
terminal, los cuales, a través de sus conexiones con otras estructuras subcorticales, explicarían las diversas manifestaciones del
miedo y la ansiedad (inmovilidad, hipervigilancia, reacciones
vegetativas, potenciación del sobresalto motor, expresiones
faciales de miedo, acciones defensivas). El modelo se inserta,
a su vez, dentro de una concepción de las emociones (Bradley,
2000; Lang, 1995; Lang, Davis y Öhman, 2000) como disposiciones para la acción que se han ido desarrollando a lo largo
de la evolución a partir de reacciones de carácter adaptativo
ante situaciones relevantes para la supervivencia y que están
relacionadas con los dos sistemas motivacionales primarios: el
apetitivo, relacionado con las emociones positivas, y el defensivo, relacionado con las emociones negativas. La emoción se
produciría cuando se activa cualquier estructura de información
en el cerebro que conecte con estos sistemas motivacionales.
 Este modelo se ha investigado en humanos utilizando como
principal paradigma de estudio la visualización de imágenes
afectivas superpuestas a la evocación del reflejo de sobresalto
junto con el registro simultaneo de diversas respuestas psicofisiológicas tanto periféricas (frecuencia cardíaca, conductancia
eléctrica de la piel, electromiografía de los músculos corrugador y cigomático) como centrales (EEG, potenciales eventorelacionados). Los resultados de numerosas investigaciones utilizando este paradigma muestran que la amplitud del reflejo de
sobresalto, provocado por estimulación acústica repentina, se
potencia cuando el organismo se encuentra procesando información emocionalmente desagradable o aversiva, mientras que
la amplitud del sobresalto se inhibe cuando el organismo se
encuentra procesando información emocionalmente agradable
o apetitiva. Lang y colaboradores explican este fenómeno de
acuerdo con su modelo de ‘priming motivacional’: los reflejos
apetitivos y defensivos se potencian cuando existe congruencia
entre el tipo de reflejo y el estado emocional en que se encuentra previamente el organismo (apetitivo o aversivo) mientras
que los reflejos se inhiben cuando existe incongruencia entre
el tipo de reflejo y el estado emocional del organismo (Lang,
1995).
Resultados recientes sobre la defensa cardíaca
La revisión de la literatura sobre la defensa cardíaca en
humanos, utilizando como paradigma básico la presentación
de un ruido intenso inesperado bajo diferentes condiciones de
manipulación del estímulo y superposición de tareas (ver Vila
et al., 2007), muestra los siguientes resultados:
1. La respuesta es un patrón complejo de cambios en la
frecuencia cardíaca que, dependiendo del contexto y del individuo, muestra diferentes componentes acelerativos y desacelerativos a lo largo de los 80 segundos posteriores al inicio del
estímulo. En grupos de personas no seleccionadas y sin tareas
secundarias superpuestas, el patrón promedio se caracteriza por
dos componentes acelerativos y dos componentes desacelerativos en orden secuencial alterno: aceleración-desaceleraciónaceleración-desaceleración.
2. Este patrón es provocado por estimulación acústica o
electrocutánea intensa, pero no por estimulación visual intensa.
La duración del estímulo es un factor crucial para su elicitación
–no inferior a 500 milisegundos- mientras que el tiempo de
subida del estímulo no lo es –tiempos de subida que eliminan
el sobresalto motor pueden provocar el patrón completo de la
respuesta.
3. La respuesta muestra una rápida habituación con la
repetición del estímulo. La segunda aceleración/desaceleración
es el componente que muestra la habituación más rápida. No
obstante, la habituación se puede retrasar incrementando el
intervalo temporal entre los estímulos, tanto dentro de la misma
sesión como entre sesiones. De forma similar, la deshabituación
puede facilitarse cambiando la cualidad sensorial del estímulo
y su significación (por ejemplo, de ruido natural a ruido artificial).
4. Los mecanismos fisiológicos periféricos que controlan
la respuesta incluyen influencias tanto simpáticas como parasimpáticas. La primera aceleración/desaceleración está controlada por influencias parasimpáticas: inhibición durante la
primera aceleración y activación durante la siguiente desaceleración. La segunda aceleración/desaceleración está controlada
por influencias simpáticas y parasimpáticas (estas últimas trabajando recíprocamente): activación simpática acompañada
de inhibición parasimpática durante la segunda aceleración
e inhibición simpática acompañada de activación parasimpática durante la segunda desaceleración. Los mecanismos
fisiológicos corticales implicados en la respuesta apenas se
han investigado. Los pocos datos existentes apuntan a una
disminución de la potencia del ritmo alfa en la zona parietoDINÁMICA DE LA DEFENSA CARDIACA40
JAIME VILA, PEDRO GUERRA, MIGUEL A. MUÑOZ, PANDELIS PERAKAKIS, LUIS CARLOS DELGADO, MARLEN FIGUEROA, SOFÍA MOHAMED
occipital coincidente con la primera aceleración/desaceleración
(Guerra, 2007).
5. La respuesta está modulada tanto por factores atencionales como por factores emocionales: los componentes acelerativos de la respuesta se ven potenciados cuando los participantes realizan simultáneamente una tarea de atención externa
(frente a una tarea de atención interna) y cuando los participantes se encuentran en un estado emocional negativo inducido
por la visualización de imágenes desagradables o fóbicas. Por
consiguiente, la defensa cardíaca, en contra de lo propuesto por
el modelo cognitivo clásico, está más relacionada con incrementos en los mecanismos atencionales de procesamiento sensorial que con decrementos en dichos mecanismos.
6. La modulación emocional de la respuesta mediante la
visualización de imágenes desagradables o fóbicas se manifiesta no sólo en la potenciación de los componentes acelerativos de la respuesta. Se observa, además, un cambio en la
topografía de la respuesta: la primera desaceleración desaparece totalmente y la segunda aceleración se adelanta temporalmente observándose un único componente acelerativo seguido
de una desaceleración final. Esta modulación se observa tanto
bajo condiciones de presentación consciente de las imágenes
como bajo condiciones de presentación no-consciente (enmascarada) de las imágenes.
7. Existen importantes diferencias individuales en el patrón
de la respuesta pudiéndose identificar cuatro grupos de personas, dos predominantemente acelerativos y dos predominantemente desacelerativos. De los dos grupos con patrones
predominantemente acelerativos, uno muestra el patrón típico
con sus dos componentes acelerativo/desacelerativos secuenciales, el otro muestra un único componente acelerativo prolongado seguido de la desaceleración final. De los dos grupos con
patrones predominantemente desacelerativos, uno muestra una
desaceleración prolongada después de la primera aceleración,
el otro muestra una vuelta a la línea de base después de la primera aceleración.
8. Estos patrones están asociados a diversos factores bioló-
gicos y psicológicos: ciclo menstrual, sexo, rasgos de personalidad (inestabilidad emocional, exceso de preocupación) y
presencia de ansiedad patológica. Los patrones acelerativos
se han encontrado en mujeres fóbicas durante la fase premenstrual (en comparación con la fase inter-menstrual), en
hombres (en comparación con mujeres), en personas con altas
puntuaciones en preocupación e inestabilidad emocional y en
pacientes con trastornos de ansiedad. Un resultado especialmente relevante es la diferencia observada dentro de los dos
patrones acelerativos: personas con altas puntuaciones en preocupación y pacientes con ansiedad generalizada tienden a mostrar el patrón acelerativo prolongado (sin la primera desaceleración) mientras que personas con alta ansiedad subclínica
y pacientes con fobias específicas tienden a mostrar el patrón
típico con sus dos componentes acelerativo/desacelerativos
secuenciales.
El modelo atencional-motivacional de la defensa cardíaca
El patrón complejo de cambios en la frecuencia cardíaca
característico de la reacción defensiva ante un estímulo aversivo inesperado puede entenderse dentro de la perspectiva
naturalista de la cascada defensiva descrita anteriormente.
Los dos componentes acelerativo/desacelerativos secuenciales
parecen reflejar la sucesión de dos fases defensivas diferentes:
una primera fase defensiva atencional, dirigida a interrumpir
la actividad presente y analizar el peligro potencial, y una fase
defensiva motivacional, dirigida a preparar al organismo para la
defensa activa. De esta forma, el patrón de la defensa cardíaca,
con sus dos componentes acelerativo/desacelerativos, representaría la transición de la atención a la acción: (a) primera aceleración/desaceleración: interrupción de la actividad presente y
aumento de la atención hacia los estímulos externos; y (b) segunda aceleración/desaceleración: preparación para la defensa
activa y recuperación si no ocurre un peligro real.
Esta secuencia, no obstante, puede alterarse si el estímulo
provocador de la defensa cardíaca está precedido de señales
de peligro (efecto de facilitación o  priming) o si la persona
se encuentra ya en un estado emocional negativo. Los datos
encontrados sobre la modulación emocional de la defensa
cardíaca y las diferencias individuales apoyan este punto de
vista. El cambio topográfico en el patrón de la respuesta cuando
el estímulo defensivo va precedido de la visualización de imá-
genes fóbicas o desagradables –transformado en una única
aceleración aumentada y prolongada sin la desaceleración
inicial- sugiere que la fase atencional ha sido ya activada por
las señales de peligro precedentes y que la fase motivacional
en preparación para las acciones defensivas se ha adelantado
temporalmente. Esta misma interpretación puede aplicarse a las
personas que muestran una única aceleración prolongada sin la
desaceleración inicial en respuesta a estímulos aversivos inesperados. Este patrón de respuesta se ha encontrado en pacientes
con ansiedad generalizada (Vila et al., 2007) y en personas con
altas puntuaciones en preocupación excesiva (Delgado et al.,
2009). Un estado pre-existente de alta ansiedad anticipatoria o
alta preocupación puede actuar de la misma forma que la visualización de imágenes amenazantes justo antes de la presentación del estímulo defensivo, esto es, puede facilitar la  reacción
defensiva haciendo que se adelante la fase motivacional.
Este tipo de explicación de la defensa cardíaca permite no
sólo integrar las dos aproximaciones tradicionales a la defensa
cardíaca -la atencional y la motivacional-, sino también clarificar las descripciones contradictorias de la defensa cardíaca
encontradas en la literatura. El modelo clásico (Graham, 1979,
1992; Graham y Clifton, 1966) describe la respuesta como
una única aceleración mediada por la rama simpática del sistema nervioso vegetativo. Esta descripción parece ajustarse a
los datos sobre la defensa cardíaca cuando el estímulo aversivo está facilitado por señales de peligro anticipatorias o por
un estado pre-existente de ansiedad o preocupación. Bajo estas 41
DINÁMICA DE LA DEFENSA CARDIACA
condiciones el patrón de la respuesta se convierte en una única
aceleración aumentada y prolongada. Por tanto, dependiendo
de que el estímulo defensivo esté facilitado o no lo esté, la
defensa cardíaca puede describirse como una única aceleración
mediada simpáticamente o como un patrón complejo de cambios acelerativos y desacelerativos mediados por influencias
tanto simpáticas como parasimpáticas
El modelo, además, permite explicar los dos patrones
desacelerativos encontrados en algunos individuos. La prolongada desaceleración después de la aceleración inicial puede
deberse a una activación parasimpática sostenida durante la
evocación de la respuesta. Bradicardias defensivas se han
encontrado asociadas a inmovilidad (Azevedo et al., 2005;
Fachinetti et al., 2006) y a la percepción de imágenes desagradables (Bradley, 2000). El llamado estilo defensivo reactivo
descrito en la literatura sobre estrés  (Frankenhaeuser, 1986;
Koolhass et al., 1999) también se caracteriza por ir acompañado
de inmovilidad y baja activación simpática. Por consiguiente,
puede hipotetizarse que las personas que responden a estimulación intensa con una bradicardia prolongada después de la
aceleración inicial responden defensivamente con un patrón de
respuesta típico del estilo defensivo pasivo (predominio de la
fase atencional), mientras que aquellos que responden con el
patrón acelerativo prolongado serían personas que responden
defensivamente con un patrón de respuesta típico del estilo
defensivo activo (predominio de la fase motivacional). Las personas que responden con un retorno a la línea de base inmediatamente después de la primera aceleración serían personas con
una reacción defensiva reducida.
Conclusión
El estudio de las reacciones defensivas constituye una de
las principales vías para avanzar el conocimiento sobre los
mecanismos del miedo y la ansiedad. Aunque la investigación
en este campo ha sido abundante a lo largo de los últimos años,
todavía se desconocen muchos aspectos básicos relativos a las
reacciones defensivas en humanos. En el ámbito de la defensa
cardíaca, por ejemplo, se desconocen los mecanismos corticales y vegetativos propios de los difentes patrones acelerativos
y desacelerativos descritos en los apartados anteriores así como
su papel en los estilos defensivos activo/pasivo o en los trastornos de la ansiedad. La investigación futura deberá avanzar en
esta dirección.
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